El otro día tenía ganas de salir sin rumbo, no sabía si decírselo a mis padres o mejor callarme. Pero bueno respire, cogí valor y se los dije, me miraron extrañados y dije: “jaja, ya saben que somos diferentes, lo hago porque enserio quiero salir, sin importar dónde y con quien”. Me vestí con ganas, guardé mis “cachivaches” en la cartera y cuando me iba escuché: “¿Al final vas a salir un ratito? Muy bien hija”. Me quedé sorprendida…
¿Cuántas veces nos callamos algo por lo que pensarán?
¿Cuántas veces mentimos para no decepcionar?
¿Cuántas veces hacemos cosas que no queremos por miedo?
Y… entonces después nos arrepentimos y vienen los pensamientos: No valgo nada, si supieran lo que pienso, solo están conmigo por lo que aparento, nada de lo bueno es real, no me merezco el cariño que me dan, si me conocieran no me querrían y un montón de cosas dependiendo de la situación en que nos encontramos…
PARA! Está comprobado que, normalmente, si te aceptas te aceptan.
He decido decir lo que pienso, aceptar lo que siento y hacer lo que creo…
Y por supuesto se despiertan pensamientos:
-Me aceptan aunque no sea igual, siguen a mi lado aunque me muestre, soy libre de ser quien soy, el amor de los demás hacia mí no depende de lo que hago sino de quien soy, no hace falta ser igual que alguien para ser importante.
0 comentarios:
Publicar un comentario